de cuyo puesto no quiero acordarme, ha mucho tiempo que vivía un equipo de los de antaño, de casta noble, escudo regio, bandera blanca y gran afición. Entrenamientos los lunes, partidillos los jueves, duelos y quebrantos los domingos, y algún descansillo de añadidura los martes, consumían las tres partes de su existencia. Tenía en su casa un presidente que pasaba de los cincuenta, una afición que llegaba a los dos mil y pico, y un utillero de campo y plaza, que así rellenaba el botijo como preparaba la vestimenta. Frisaba la edad de nuestro equipo con los ochenta y cinco años; era de defensa recia, seco de centro del campo, enjuto de delantera y aunque trabajador, amigo de la irregularidad.
Quieren decir que tenía el sobrenombre de Cultural, o Leonesa, que en esto hay alguna diferencia en los entrenadores que deste caso opinan; aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba Cultural. Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.
Es, pues, de saber que este sobredicho equipo, los ratos que estaba abajo, que eran los más del año, se daba a fichar entrenadores, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio del fútbol, y aun la administración de su empresa; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que dejó muchos puntos en el camino para lograr un puesto entre los cuatro primeros en que batallar, y así, llevó a su casa todos los jugadores cuantos pudo haber dellos; y de todos, ninguno le parecían tan bien como los que compuso el famoso Román Galarraga; porque la claridad de su juego y aquellas tardes de futbol le parecían de perlas, y más cuando llegaba a ver las gradas desencantadas y esos aficionados descorazonados, donde en muchas tardes hallaba pañuelos y pitos.
Con estas razones perdía el pobre equipo el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mismo Amilivia, si resucitara para sólo ello.
En resolución, se enfrascó tanto en su postura, que se le pasaban las jornadas jugando de claro en claro, y los partidos de turbio en turbio; y así, del poco jugar y del mucho perder se le secó la puntería de manera, que vino a perder el fútbol. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los periódicos, así de presupuestos millonarios, como de fichajes libertadores, desafíos, victorias y ascensos factibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones, que para él no había otra historia más cierta en el mundo.
En estos menesteres se andaba, cuando llegó la última oportunidad, después de recibidos casi todos los equipos. Mas una vez más, perdióse, y estando el árbitro presente, y entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, cerró con esto la temporada. Viendo lo cual el Presidente, pidió al secretario le diese por testimonio, cómo la Cultural y Deportiva Leonesa, llamada comúnmente Cultural, había pasado esta presente liga y condenádose una temporada más a la presente categoría, y que así constase, para desconsuelo de sus aficionados. FIN
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