Así, rechazó la unión con Asturias porque era necesario que ésta apoyara la asociación, a lo que añadían que el pacto astur-leonés ocasionaría el fin de la antigua región leonesa.
También eran contrarios a la alianza con Galicia por motivos idénticos. Asimismo, se oponían a la autonomía con la región de Castilla la Vieja, ya que estimaban que León estaba claramente diferenciado de ésta en aspectos como la cultura, el clima o los recursos; no en vano, estas dos regiones nunca habían formado a lo largo de la historia una unidad administrativa conjunta; y en todos los mapas hasta esa época mostraban un León y una Castilla la Vieja (ésta, incluyendo también Santander y Logroño) bien separados. Además, se temía que se llegara a crear un nuevo centralismo en Valladolid o Burgos.
Creían firmemente que los polos de desarrollo que el franquismo había desarrollado en estas dos ciudades habían coartado el desarrollo leonés. Al mismo tiempo, se alumbraría una autonomía demasiado grande, lo que impediría identificarse con ella, y comarcas como el Bierzo verían esquinados sus problemas propios.
Finalmente, temían que esa enorme y ambigua comunidad tratara de ahogar la personalidad del pueblo leonés.
La reflexión es inevitable: ¿cuántos de estos temores se han hecho realidad?
Diario de León. Revista. 03/04/2005
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