domingo, 2 de diciembre de 2007

La Pulchra Leonina



La Catedral de León, conocida como la Pulchra Leonina, es de estilo gótico.
En el año 916 el rey Ordoño II venció a los árabes en la batalla de San Esteban de Gormaz y "Agradecido a Dios por el beneficio que acababa de recibir” cedió su palacio real para que se erigiese el primer templo catedralicio.
Anteriormente al rey Ordoño, habían estado dedicados a termas y otros edificios públicos que la Legio VII Gemina había construido a mediados del siglo II, cuando instaló su campamento en este lugar, entre los ríos Torío y Bernesga.
Los restos mortales del rey Ordoño, fallecido en Zamora el año 924 fueron depositados en su interior.
Almanzor a finales del primer milenio, arrasó la ciudad y destruyó sus templos. No obstante, la Catedral se reconstruyó, y en el año 999 era coronado en ella, en un acontecimiento lleno de esplendor, el rey Alfonso V.
Esta catedral fue consagrada el 10 de noviembre de 1073. Se mantuvo en pie hasta finales del siglo siguiente. Cuando accede al trono el último rey de León, Alfonso IX, se asiste en la ciudad y en el reino a un importante cambio social, de creatividad artística y desarrollo cultural.
La construcción de la tercera catedral se inicia hacia 1205 y su estructura fundamental se finaliza en 1301, aunque la torre sur no se termina de construir hasta elsiglo XV. Gran parte del solar se asienta sobre los restos romanos del siglo II lo que dificultó la buena cimentación de los pilares.
Sobre la puerta de San Juan, por el interior, cuelga un pellejo, a modo de quilla, que la tradición leonesa ha identificado siempre como un "topo maligno". Existe una leyenda que cuenta que éste minaba el subsuelo durante la noche, cuando los canteros dormían, convirtiendo en ruinas sus trabajos diarios.
Impacientándose los leoneses porque la obra de la prometida Catedral no avanzaba, decidieron acabar con aquel ser maligno que no dejaba avanzar los trabajos: algunos de ellos lo esperaron durante la noche y acabaron con él a garrotazos. En recuerdo de aquel acontecimiento y en agradecimiento a la Virgen María, titular del templo, la piel del animal fue colgada en el interior de la Catedral, sobre la citada puerta, en la fachada Oeste.
La realidad que esconde la leyenda es que las obras de la Catedral de León se encontraron con numerosos problemas de cimentación, sobre un terreno muy inestable que, ya por entonces, había acogido muchas y diversas construcciones. A ello se unía la hoy conocida mediocre calidad de la piedra empleada, traída de la localidad de Boñar, en la montaña leonesa. Por su parte, lo que hoy podemos contemplar en la penumbra sobre la ya mencionada puerta del templo catedralicio se demostró durante los años 90 ser en realidad un caparazón de tortuga laúd, cuyo origen aún es incierto, aunque se presupone que se trataría de la ofrenda realizada por algún hombre de poder a la Catedral, insertándose tal elemento en la antigua tradición (clave en la constitución de numerosos museos) del coleccionismo de Antigüedades y rarezas.
Si hay algo por lo que destaca la Catedral de León es por sus vidrieras, que son consideradas las mejores del mundo en su género. Éstas cubren mil ochocientos metros cuadrados de superficie. Destacan entre todas ellas los tres grandes rosetones, de ocho metros de diámetro cada uno. Y los treinta y un ventanales altos, de cuatro huecos y dos lancetas laterales de doce metros de altura cada uno.
Desde el 3 de abril de este año, a través del proyecto cultural “El sueño de la luz” se pueden ver las vidrieras de cerca. Se encuentra instalada una plataforma elevada sobre la nave central que permite observar las vidrieras con detalle y hacer un seguimiento de su restauración, además de disfrutar de la perspectiva interior de la catedral.

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